Ser madre de por sí es una empresa demandante y titánica, la maternidad te hace explorar tus inseguridades, tus miedos, tus heridas y cicatrices, pero lo enfrentas con tus elementos como puedes, con todo lo que eres y el amor a tus hijos es el gran motor, y una vez que crees que le estas tomando el punto al asunto, llega la adolescencia.
Esa etapa en la que tus hijos dejan de ser esos pequeños seres que te atosigan con su parloteo, juegos y dulzura se han convertido en seres más altos que tu, malhumorados, cuestionantes e inconformes, incomprensibles muchas veces, frustrantes y sobre todo se han vuelto seres que sientes cada vez más lejos de ti, por un lado, sientes agrado y admiración por encontrar personas al margen de ti pero por otro lado descubres una nueva batería de angustias, miedos, preocupaciones y si, culpas.
La culpa en nuestra cultura se siente a veces como un obligado, y en la maternidad pareciera una eterna compañía, sin embargo, no, no lo es, no debería de serlo, hay que enfrentarla, sacarla y dejarla ir, me encantaría decirte que tengo la cura, no, no la tengo, trabajo las mías y es lo único en salud que he logrado hacer, y si yo puedo, tú también.
Este texto no tiene la intención de enseñarte el hilo negro, tiene la intención de desmitificar que la maternidad es un estado de gracia casi religioso al que todas las mujeres aspiramos y que traemos el software integrado de fábrica, si eres madre (de adolescentes o no) ya habrás descubierto que no es para nada cercano a la realidad.
La adolescencia de un hijo es como un bicho que sabe dónde picarte, que percibe tus carencias y heridas para ponerle el dedo y picar profunda y dolorosamente, por eso es tan fuerte, por eso es tan abrasiva, por eso por momentos, tan dolorosa.
Tienes que recordar que ese pequeño ser, sigue ahí, tan perdido y vulnerable como lo era cuando nació, si bien ahora ya sabe más de ti de tecnología, ánime y música de moda, no lo hace más capacitado para guiar su vida, y llevarla a buen puerto, por ello te necesita más que nunca, no porque le veas más alto que tú es tan adulto como tú.
Solo que ahora te necesita de nuevas y diferentes formas, algunas que ni siquiera tu hija(o) sabe, porque ni siquiera sabe a dónde o cómo va llegar, es más, muchas veces no sabe ni que va a llegar.
Son dos básicamente, 1, hacerlo autosuficiente, es decir que pueda tomar las riendas de cada uno de los aspectos de su vida, económico, afectivo, laboral, de salud, social, espiritual, etc y tenga las herramientas de vida para hacerle frente a las consecuencias de todas sus decisiones y 2, que haya encontrado el camino en el que sume a la sociedad a la que pertenece en cualquier ámbito de su elección y en función de sus talentos y pasiones.
Actualmente la sociedad escasamente llega al punto uno y de forma sumamente deficiente, vemos jóvenes que a los 35 años siguen dependiendo económicamente de sus padres, sin saber hacerse cargo de la satisfacción de sus necesidades más básicas y no porque tengan una deficiencia de cualquiera índole, por mera adolescencia tardía, ya no digamos que exista un interés para ser de utilidad a esta sociedad.
No tengo la verdad absoluta en cuanto a maternidad de los adolescentes (muy apenas puedo hacerme cargo del que tengo en casa), pero decirte, el proceso no es fácil pero no tienes porque vivirlo sola, las redes de ayuda en las mujeres se vuelven necesarias para enfrentar lo que la vida nos pone hoy, parte de que Papayahot.mx sea una EPC (Empresa de Propiedad Colectiva) se debe a que creemos que en colectivo logramos más por un bien mayor, y en la maternidad, el bien mayor es construir una mejor sociedad para nuestros hijos con base en la construcción de mejores seres humanos a través de nuevas formas de educar.
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Tal vez recuerdes la frase “La mano que mece la cuna es la mano que guía al mundo”, yo diría “La mano que acompaña a un adolescente en su construcción, presencia el mayor milagro de vida”
Yeya Maldonado
CEO de Papayahot.mx